Ricardo Herrera Alarcón
(Temuco, 1969)
Ha publicado los libros de poesía Delirium Tremens (Casa de Barro, 2001), Sendas perdidas y encontradas (Kultrún, 2007), El cielo ideal (Lom, 2013), Carahue es China (Bogavantes, 2015), Santa Victoria (Inubicalistas, 2017) y Todo lo que duerme en nuestro corazón desembocará un día en el mar (Aparte, 2020).
En 2005 editó, junto al poeta Cristian Cruz, Bar: Antología poética chilena.
Los tres poemas siguientes pertenecen a la sección "Álbum tributo" de su libro Adicciones y fobias (Bogavantes, 2021), obra nominada al Premio de la Academia Chilena de la Lengua 2022 y finalista del Premio Municipal de Literatura de Santiago 2022, mención poesía.
Huidobro
Sin Huidobro hubiera sido
un mago surrealista haciendo truco en las cantinas,
un doctor honoris causa entre las ruinas de una universidad bombardeada,
un extraterrestre que pasa a caballo
con las obras completas de Altenor Guerrero bajo el poncho,
el último payaso de la aldea
limpiando el maquillaje de mi cara con vino blanco,
la costilla de cerdo sin un gramo de carne
que arrojo a los perros bajo el parrón del espanto,
un volantín que se quema a medianoche sobre la ramada
donde baila el niño tartamudo con la pincoya y el relámpago,
menos que un príncipe, mucho menos que un árbol torcido
con todas las raíces al aire,
un vaso de vino que un poeta etnocultural sostiene en la mano
mientras se queda dormido en la silla,
un pescador sofisticado arrojando sus redes de filigrana
en un mar seco o un océano de cuero,
un aeroplano del calor perdido en una antártica brumosa,
un zepelín congelado que cae y se hunde
en un pantano de aserrín y caviar, apagando todas sus luces,
un atleta que corre la maratón con un río de lava a sus espaldas,
la lechuza de un bosque artificial dormida sobre un árbol con luz propia,
un sacerdote mitad humano mitad bestia cuyo único siervo es un espantapájaros
que lo ignora mientras observa al trigo devastado por el temporal,
una gramática azotada por el lenguaje de los pájaros,
el alfabeto cifrado de los escarabajos,
el poco soportable idiolecto de un tipo de viento que azota las palmeras,
un traficante de oscuridad, lluvia o cochayuyo, escapando del Crítico Único,
el piloto automático de un avión con destino al Olimpo,
el profeta de una iglesia donde los fieles son gusanos
y el dios las obras incompletas de un escritor prematuramente desaparecido,
una gotera infernal tratando de perforar un acero que solo cede a la caricia del ácido,
un navegante dormido a la orilla de un charco,
un tubo de oxígeno vacío en hospital vacío donde pasan camillas vacías y se arrastran bolsas de suero,
un faraón construyendo una pirámide invertida,
un jinete sin cabeza y sin leyenda, un cuatrero del espacio
saqueando naves, estaciones abandonadas, planetas que aún no han sido descubiertos,
un boxeador que usa yeso en el vendaje de sus guantes,
un director de películas de terror que no puede dormir por las noches,
un mimo en una pieza a oscuras, un demonio perdido en el color calipso,
una manzana de la discordia que se disputan las casquivanas de un burdel rural,
una lluvia de meteoritos que los borrachos ignoran mientas conversan de fútbol,
una estatua de adobe al que el granizo no perdona su insolencia,
un poeta objetivista leyendo a Corín Tellado frente a las costas de Mehuín,
una cría de cuervos que picotea los ojos de un ave de acero,
la rueda de Duchamp girando eternamente tras la catástrofe,
el alguacil sin rostro de un pueblo fantasma,
el Imperio mular de Cantinflas comiendo prietas con puré picante,
la sala de clases donde improviso un poema modernista frente a los alumnos calcinados,
el salmón que se pierde en la correntada y desova en el pozón más oscuro del río,
una bestia atolondrada que arremete contra el alambre de púa creyéndole una nube,
un viejo computador apagado lleno de archivos y virus, arrumbado en una caja platanera,
la envidia frente a la grandeza ajena, el antídoto vencido por la rabia y el veneno,
el escupitajo contra el rostro y no el polvo del suelo,
el pez que recuerda por última vez el azul mientras se revuelca en el buche del pelícano,
una caverna donde las imágenes falsas juegan a tener mi rostro,
un antipoeta depresivo condenado a cazar y actuar para una tribu diezmada,
sin Huidobro habría sido
un sol que no permite que le miren a la cara,
Sin Huidobro habría preguntado
¿volvieron?
Y me habría quedado perplejo, pensando
Que nunca nadie regresa
Que uno mismo es un cofre y no una pampa
No un cielo cruzado de cambuchas
No un mar bendecido por el naufragio de una monarquía,
Sería un hongo alucinógeno, una planta que adora el decomural,
Una luz argentina que no viene ni va ni está detenida y que desecha la idea de ocultar
Y ser a perpetuidad la excusa de la sombra,
Me habría muerto escribiendo madrigales,
Me habría declarado loco, habría viajado a Europa en barco
Con una vaquilla para dar leche fresca a mis hijos o hacer asados en cubierta
Habría escrito caligramas, pintado poemas, tristes manifiestos mientras me cortaba la cara,
Habría sido un ¡ay! Lastimero, un ¡oh! Amoroso
Las cenizas de un libro que comenzó escribiendo un fauno y terminó un sátiro
Un asesino en serie amante de las vanguardias, un admirador de Stalin,
un misil que cruza el Atlántico para alcanzar el corazón del hombre
Andaría viendo el mundo como es el mundo: plano, chato, sin relieve ni forma
Y no como esta esfera luminosa que sostengo entre las manos.
Teillier
La quema de pastizales se ha escapado de las manos y amenaza el bosque.
Espero la llegada de la lluvia y que todo pase.
Yo anduve esa oscuridad. Fui náufrago y me hundí tras beber con los piratas.
El sendero de la luz ya no me es esquivo ni le falta combustible a mi lámpara.
Me sobra el tiempo para ver girar la rueda.
Nadie tiene rostro cuando pasa a mi lado
Pero a la distancia puedo ver a mis padres, mis hermanos, mis amigos.
Espero que broten los árboles que he sembrado al fondo del patio.
Tienen forma de corazón y barcos que son algunas formas de mis sueños.
Yo que no tengo patria he encontrado en tu silencio un territorio que no necesito fundar.
Allí abandono, a la buena de Dios, los primeros deseos y las últimas lunas
Sobre el cielo rojo del valle.
Allí también te asemejo a la sed y el hambre
Al pez que se acerca al anzuelo por locura e instinto,
Por torcer el destino que la corriente le ha regalado.
A ti te hablo, medusa. Así abandonan los dioses del hogar a sus hijos,
Así se detienen los trenes en mitad de la noche para que suba
Y sea el único pasajero de regreso a la infancia.
No me excuso por haber perdido llaves y pasaporte,
Los que viajamos alejados de la bandada no exigimos ruego o redención en la Estación de
[los Desamparados
Ni volvemos a reclamar el abrazo de una extraña en los muros de un cementerio
Para otros se abrirán esas puertas que no deseamos cruzar.
Aquí nos dejen
Ayudando a sacar las crías del vientre a una leona
Hirviendo la chicha en bronce y carbón de piedra
Atenazando las tortillas en la ceniza para que el hambre de nuestros hijos
Se transforme en el corazón de la harina.
Pido me abandonen en un pueblo donde se pueda alcanzar la santidad sacando truchas del
[estero
Que la taberna no sea mi destino sino apenas un horizonte del que me alejo y acerco a mi
[antojo
Que la conversación fluya como una fuente subterránea que mezcla entre sus minerales
El oro y el silencio en partes exactamente iguales.
Esto fui y no me arrepiento:
La casa que el relámpago destruye y la lluvia vuelve a levantar,
La marmita que el fogonero calienta en la caldera mientras afuera la nieve cambia de
[nombre,
El río que no teme repetirse sobre el cuerpo desnudo y amado,
El salmón que saltando contra la corriente regresa a la taberna liberado de toda amarra,
[toda oscuridad,
El sueño del pescador dormido sobre sus redes,
Un libro prohibido que las sacerdotisas leen tras los grosellales,
El aromo que mueve lentamente sus brazos para no despertar a los gorriones,
El ángel al que persiguen los gansos por los eternos caminos del verano.
Yo es el otro
1
Hay días en que me levanto Enrique Lihn
Soy E.L.
Ando con cáncer todo el día
Con sombrero de copa
Con cara de asco
Y odio a Teillier.
Me acuesto con una periodista veinteañera
Que me hace preguntas absurdas sobre cómo cambiar el curso de los ríos
Soy un Lihn sin bigotes y obsesivo
Que pasea vestido de cura por mi depa
Con un habano sin encender
Soy un Lihn jovencísimo, flaco, histriónico, pedante, ultramarxista
Que acaba de fundar un subte donde voy a dormir
Que acaba de fundar la Universidad de la Pantomima
Donde enseño las Artes del Birlibirloque
Y ahora como pescado crudo y ensayo una sonrisa para la posteridad
Una posteridad donde soy el crítico único y el poeta único
Que pasea entre las cenizas humeantes de los poetas calcinados
Soy Enrique Lihn Carrasco
Pude haber pintado el cielo pero preferí escribir
Sobre la tierra húmeda
Con mi falo de oro.
2
Hay otros días en que me despierto Pablo de Rokha
Lleno de hijos, con un hambre voraz
Con mi boina mis lentes de marco grueso
Soy un comunista pendenciero
Que compra cada día una chuica de vino
Que voy vaciando entre el almuerzo y la cena
Me he tatuado uñetas de vaca en el estómago
Una hoz y el martillo en el pecho
La cara de Sor Juana en el brazo
Me hago todos esos tatuajes porque soy un presidiario
El preso total y absurdo en una realidad obtusa, canuta y moralizante
Cuando haga nacer el nuevo mundo
Por fin seré el Hijo de Satanás
Que rechaza el Premio Nobel Alternativo
Y abraza la eternidad de los suburbios rojos.
3
Ayer me levanté Neruda
Me deslizaba lento con mi cuerpo obeso de un cuarto a otro
Abrí la ventana y no había mar ni islas
Solo un patio que daba a otro patio
Era un Neruda sin paisaje
Era un Neruda que aún en decadencia se permitía lo maravilloso
Y ejecutaba un lenguaje semejante a la electricidad
A los minerales que no han sido descubiertos
Era un león que abría de un zarpazo una despensa llena de licores mágicos.
Ser Neruda es lo máximo, pensaba,
Mientras dirigía en la oscuridad la única película surrealista
Que atrapa el sentido antes que prendan la luz
Y hagan desaparecer el decorado del lenguaje.
Atravieso la cordillera y aparezco en México
Convertido en nieve que cae sobre una hoja negra.
Soy el mejor poeta del siglo
Y no deseo morir.
4
Hay días en que me levanto Sergio Valencia y ensamblo el sonido de mi nunchaku en el aire
[con el tono de una metáfora escéptica.
Cristian González y tapizo las paredes de mi casa de barro con sostenes y reproducciones
[cubistas.
Luciano Rivas y extiendo sonriendo mi mano para despertar al poema que duerme encima
[de mi botella de ron.
Edgardo Añazco y camino lento lleno de pájaros y ampolletas como una carátula de Pink
[Floyd.
M. López y toco mi guitarra eléctrica hasta que se rompen todas las ventanas del lupanar.
Molina y M. cruzando a caballo la estepa hasta llegar al corazón de lo insondable.
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