Romero Mora-Caimanque Aguirre (San Miguel, 1993) es antropólogo por la Universidad Católica de Temuco y director de la editorial Tortuga Samurái, desde la cual realiza un importante trabajo de divulgación de sus pares de la llamada Frontera del sur de Chile.
En la siguiente entrevista, el poeta nos habla de sus obsesiones literarias, sus influencias y rutinas de creación, su itinerario vital, sus años de formación y su manera de concebir la escritura y lo que esta irradia en su cotidiano. Un poeta joven que, sin embargo, ya prepara la publicación de su cuarto libro de poemas.
—Romero, para comenzar quisiéramos saber cómo surge en ti la necesidad de editar la poesía de otros a través de un sello como Tortuga Samurái.
—Primero, gracias por la entrevista y el espacio. El tema de la editorial surge de mi experiencia personal con la literatura. Por una parte, desde los 20 años he escrito algunos manuscritos de poemarios y había publicado al menos uno a través de internet. Los envié a fondos concursables y nunca pasó nada; quizá no eran manuscritos totalmente cerrados para los estándares (algo arbitrarios) de esos fondos, pero cuando me animó la idea de hacer la editorial, pensé en esos textos (ya algo lejanos), y vi que tenían elementos importantes, búsquedas poéticas interesantes o al menos honestas, o sea, tenían un poco de poesía. Así que pensé que era algo injusto que no hubieran podido ver jamás la luz. Pensé que quizá si hubiera habido alguna editorial local interesada, podría al menos haberme servido como experiencia escritural, porque, en este sentido, el hecho de haber publicado mi primer poemario (Fantasmas) por internet me permitió recibir ciertas retroalimentaciones de personas de la literatura, de familiares, de amigos o hasta de extraños, lo que me ayudó a entender el valor de mi propia literatura y también ciertos aspectos que debía mejorar.
Por eso considero que la publicación de poemarios es clave para un poeta y su crecimiento literario; por eso es importante facilitar, abrir o crear espacios de publicación, que es el fin de la editorial, publicar a autores de la región y que sean, además, libros accesibles en costo. Y, bueno, además en lo personal conocía escrituras de amigos o cercanos poetas de la región y sabía que ellos tenían una cantidad suficiente de escritos para armar un poemario y, en algunos casos, en la intimidad de sus archivos ya los tenían armados, incluso hay algunos publicados por internet. Pero el papel es importante y de momento para los poemarios te ayuda más que las publicaciones digitales. Así que había que generar un espacio concreto para publicar libros en físico y como ya tenía experiencia por incursiones anteriores en publicaciones, pensé que se podría hacer algo, y de a poco, con apoyos de distintas personas, las cosas se han ido dando; y, bueno, llegaron esos poemas o manuscritos que yo sospechaba estaban ahí casi listos para salir a lectores.
—Acabas de publicar la segunda entrega de Motivos, escenas y gorriones. En este libro, tanto como en el primero, está la influencia de autores como Whitman y Vallejo. ¿Qué otros poetas están acá presentes?
—En mi concepción de la literatura creo que hay diversos autores y autoras, poetas pero también narradores, que con su vida y obra influyen y construyen las búsquedas y fines que la escritura tiene para mí. Pero en las dos entregas decidí alejar estas voces y sacar y dejar mi propia voz. Entonces en general pienso que es mi voz la que está ahí. Una voz que conoce, admira y respeta la escritura de otros y otras, pero que ya espera dejar con sus propias palabras y maneras estéticas lo que sus ojos han visto y no sólo replicar o hacer reverberación de otras voces.
Pero, bueno, independiente de eso, quizá algunas influencias que yo citaría por sus ambiciones, vitalidad, amor por la literatura y valentía escritural serían las de Borges, Joyce, Dostoievski, Miguel Hernández, Bécquer, Sor Juana Inés de la Cruz, Lorca, Diamela Eltit, Lemebel, Lihn, Lira, Teillier, Rimbaud, Lautreamont, Keats, Coleridge, Cervantes, Rodolfo Walsh, Kafka, Poe, el siempre impresionante Lovecraft, la música y ritmo del Mudanza de Alejandro Zambra, George Perec, Hugo, Virgilio (como la Odisea, la Ilíada —y Gilgamesh—, la Eneida es clave de leer), Dante, la oscuridad metálica de Emily Bronte en Cumbres Borrascosas, Bukowski, los Beats en general (sus novelas), los surrealistas y Jacques Vaché, y de muchas de las poéticas mapuche y su forma de concebir la vida y el misterio de la vida, he aprendido también. Quizá un par de poemas importantes en mi faceta cristiana es el Cristo de Velázquez de Unamuno, y la piedad de Giussepe Ungaretti. Espero también haber aprendido algo de la felicidad, ternura y claridad de Dickens y de Cervantes.
También creo haber aprendido cosas de Nicanor Parra, de Rokha, Huidobro, Waldo Rojas, Oscar Hahn, Maquieira, Zurita, Elvira Hernández, Gabriela Mistral, Rojas; de la tradición chilena en general. También, obviamente, Germán Carrasco es muy importante para la literatura actual, que viene desde la periferia y que le encanta y ama el detalle y la magia absurda del cotidiano, también Pedro Montealegre, y Antonio Silva en Matria; y ya que son lecturas que sigo hace años, creo que han terminado filtrándose en lo que creo es una estética de interés.
Seguro se me pasan varios que han sido importantes en el camino y que directa o indirectamente están en mis versos. En general, de todas las tradiciones tanto hispanoamericanas como de otros lugares del mundo, he aprendido; en principio las más importantes para mí fueron las voces del boom latinoamericano (Sabato, García Márquez, Cortázar, Donoso, por nombrar algunos) y la literatura francesa y europea en general fue y es una influencia muy fuerte. En los libros hay algunos textos breves, inspirados en los haiku orientales y yambos griegos o romanos. También me interesa muchísimo la literatura del siglo de oro y de la generación del 27, creo que ahí hay certezas del castellano que son claves para añadir encanto al lenguaje actual o quizá para decorar el día propio con las gracias del español de esa generación.
Por cierto que la lectura de poetas y narradores locales también me dio perspectiva y cariño por lo que se ha escrito desde Temuco; esta es una tierra muy mágica y a la vez brutal y cruelmente dolida. Citaría como influencias más fuertes el Flúor de Pablo Ayenao, Ciudad Sur y Palacio Larraín de Luis Marín, y en general la poética de Ricardo Herrera (aunque en específico me quedo con El cielo ideal, que me permitió conocer la maravillosa novela de Elias Canetti, Auto de fe; y creo que también Ricardo logra nuevos límites del castellano en algunos de esos poemas); admiro a los tres en ambición y lucidez escritural, pero por lo demás creo que nuestras escrituras son muy distintas. Whitman, Vallejo, Roberto Bolaño, Keats y también Baudelaire son autores ineludibles y su fuerza es tanta para mí que siempre estarán ya no tanto en la escritura como en la lectura y búsquedas personales del día a día, quizá de ahí saltan sus maneras o vitalidades a algunos de mis poemas.
—Creo ver en tus poemas una respiración, el aire que respira el poeta, en una apuesta poética muy original donde no importa equivocarse, a costa de decir una verdad, tu verdad. ¿Cómo llegaste a esta poética tan vital?
—Primero, gracias por lo de muy original. Creo que esto se debe a dos procesos personales paralelos y que cada uno impulsa una fuerza distinta aunque no contradictorias. Los textos de Motivos, escenas y gorriones fueron escritos entre 2019 y 2021. Algunos fueron escritos desde una situación personal muy difícil, en medio de dolores grandes. Cuando uno vive el dolor, la literatura puede ser un camino para derrumbarse más, o para levantarse con más fuerza, un desahogo/alivio en que se encuentran respuestas/preguntas importantes o atisbos de verdadera belleza para seguir adelante. Algunos poemas recogen esa fuerza de seguir adelante pese a la crueldad y oscuridad de la vida. Pero debo señalar que un poco antes de escribirlos estuve cerca de un año sin poder escribir, fue un proceso personal muy complejo, en el que además no se me daba el leer. Los textos los rehuía mi mente, era algo somático, difícil de explicar. Creo que en ese momento la literatura no me pudo ayudar, aunque tal vez algunos poemas o escrituras personales breves me ayudaron a sostenerme; o sea, se había detenido el caudal de alivio/felicidad/descanso/encuentros que para mí, desde los 18 años, había sido la literatura. Creo que entonces el aprendizaje vino de la vida misma, de las personas y contextos en que yo me movía; tuve que re entenderlos y re entenderme. Después de eso, pude durante un par de meses volver a leer una novela y de a poco surgió una literatura diferente en mí. Había perdido un tiempo la literatura pero había ganado convicciones más fuertes. Me había acercado más a mi familia, y también a Jesucristo y Dios. Esos ya eran pilares más sólidos desde los que moverme. También la medicina mapuche me ayudó muchísimo durante este período, tanto desde los remedios (lawen) como desde la conversación y sabiduría que hay en el campo; por eso también hay poemas relacionados con el pueblo mapuche, que en el fondo son actos de gratitud y admiración por su gente.
Entonces hay poemas escritos desde el dolor y rememorando ese otro dolor más grande (en un contexto en que no se me dio ni siquiera escribir), pero también hay poemas escritos desde las ganas de vivir y arriesgarse, cuando las cosas ya estaban más claras; por suerte, algunas crisis pasan. Luego sentía que tenía cosas que decir y contar y también que tenía muchas cosas nuevas que registrar y aprender y vivir. Aprendí a ver las cosas de otros modos y los poemas volvieron solos a fluir. Sané cosas personales, lo que es muy importante, porque la literatura se puede escribir desde la rabia, la soledad, el dolor, pero también como humanos es importante que sanemos nuestros cuerpos, espíritus, mentes, subconscientes, relaciones, etc.; al menos lo más que podamos, porque siempre quedan heridas/cicatrices. Pero al menos ya podía volver atrás (rescatar todo lo bueno del pasado y también observar con más atención lo malo), podía detenerme en el presente, en el instante, valorarlo, y podía un poco divagar en el futuro o la ficción (un poco de añoranza y dejarse soñar). También había elementos personales que yo no veía en otras escrituras, y elementos que me distancian de otras escrituras, y tomé mi turno para decirlas y posicionarme, aunque sin afán de imponer nada; que los versos les lleguen a quien deban llegarles. La fuerza nació de esa etapa oscura y de todo lo que me ayudó a superarla; especialmente la familia. Luego emanaron otras gratitudes y afectos de forma natural. Muchos de los textos son notas de agradecimiento o de sorpresa y sana admiración ante las personas, paisajes y distintas cosas que uno conoce y con las que se involucra en la vida. Todas las cosas tienen su fuerza y motivo y también la propia literatura tiene un fin probablemente más grande del que logramos entrever. Y todo eso puedo y quiero decirlo con la poesía.
—Para terminar una pregunta que siempre se hace, pero que considero casi de utilidad pública: ¿cómo son tus procesos de escritura?
Escribo en distintas fuentes. En el celular, en papel y a veces directo desde el computador, aunque principalmente desde el celular. Después paso esos escritos a Word, y ahí termino de darles forma y profundizarlos o pulirlos. A veces un texto se trabaja por varios días, incluso meses, hasta que tiene su versión “definitiva”, pero si pasa a ser parte de un manuscrito que estoy trabajando, lo reviso y se le puede volver a hacer cambios; en este sentido, quizá es muy bueno autoeditarse, ya que uno tiene hasta el último momento para agregar elementos. En fin, la idea es quedar conforme y que el texto esté cerrado respecto de lo que uno buscaba comunicar; aunque no siempre se logre ni cerrar ni quedar conforme al cien por ciento en algunos textos, por eso esperemos que haya tiempo para escribir más.
Y en cuanto a la inspiración —entiendo que la pregunta también puede ir en esa dirección—, la verdad es que a veces ocurren cosas puntuales que desencadenan un poema. Por ejemplo, el primer poema de gorriones que escribí se dio porque yo estaba sentado, estudiando frente a la ventana de un pequeño departamento que arrendaba, y en un cerezo sin hojas llegó una pareja de gorriones que empezaron su baile de cortejo. Nunca me había fijado en eso y me cautivó —y hasta encantó— tan particularmente la manera en que se daba ese cortejo (de baile-alegría burlesca, porfía molesta e indiferencia necesaria), que el verlo desencadenó en mí fijarme más en ellos. También hay algunos poemas que yo busqué, en que necesitaba comunicar un afecto, y para bien o mal el poema es para mí un lugar donde depositar mis afectos personales, cosas que a veces me costaría decir, busco (o la emoción me supera…) las maneras de llevarla a un poema. Ya cuando uno escribe a veces llegan los versos indicados y uno presiente que ese poema tiene una fuerza propia, algo que te anima a mostrarlo al mundo. Es también por esto que rechazo eso de la voz poética, porque en muchos poemas era yo el que hablaba, no es otro; pero, bueno, también en algunos poemas sí puede estar una voz más artificial; pero en la mayoría, al menos en estos poemarios, no, soy yo el que hablo-escribe. También a veces un paisaje, una escena, evoca algo y lo escribo no más, si queda bien, luego lo podría llevar a algún manuscrito. Escribo bastante y muchos de esos poemas o escritos simplemente quedan guardados en carpetas, algunos quedaron en las dos entregas y otros no. Y, al menos en el caso de estos libros, como hay tres líneas principales que creo dan para tres libros, voy trabajando de a poco cada línea. Ahora preparo la última entrega y retomaré y cerraré estas líneas. Hay que trabajar de a poco y a la vez con intensidad y pasión.
(Dos de sus libros pueden leerse en estos links: Motivos, escenas y gorriones
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