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Viaje inconcluso

"Estrella náufraga": Difuminación de la inmediatez y sus límites

Por Juan Pablo Navia


Desde luego que Juan Manuel Mancilla no es un escritor ingenuo o que apela a una práctica experimental partiendo de un desnudo artístico iniciático. En efecto, el poeta nacional ostenta un extenso itinerario en el ámbito de las letras, marcado por variada índole de publicaciones, sin pasar por alto su pasión por la música, actividad que le añade un sello peculiar a la poética del porteño. En su oficio ha dejado entrever una fijación con el lenguaje y sus alcances, muchas veces, insuficientes. Aunque, lejos de desanimarlo, lo ha llevado generar una tensión muy característica en la pluma del autor.

En Estrella Náufraga nos enfrentamos a una poesía cuya materialidad resulta tangible y perceptible en gran parte de su extensión, a diferencia de escritos predecesores. Sin embargo, allí radica el juego problemático entablado por Mancilla: mientras más lúcidos parecen los versos, mayores son las sombras que deja la explosión de un discurso conflictuado mediante aliteraciones y calambures.

El texto se compone de cinco apartados que nos invitan a un mano a mano entre la vida y sus traumas, teniendo como telón de fondo la magna figura del océano. Así Marea, Naufragio, Bitácora, Mapas y Regreso estructuran un poemario que alberga distintos secretos conforme se asoman las escotillas.

Estimo interesante la elección de estos subtítulos. No creo que sea una situación aleatoria en ninguna medida. Emerge la necesidad, por lo tanto, de entender o interpretar la lectura en base a ellos. Ante la síntesis de Mancilla, la posibilidad de indagar en estos mares escuetos desde la óptica discursiva se torna imperiosa.

Marea abre los fuegos con una serie de poemas que apuntan a la dimensión sensorial de lo visual. Vocablos como ver, mirar u ojo refieren inevitablemente a ello. Pero ¿qué es lo que contempla el hablante lírico? Más bien, habría que reformular la pregunta y orientar la respuesta hacia lo que no se desea ver, tal como ocurre a Edipo. La Marea termina mareando al aedo que, irremisiblemente, irá a varar en medio de roturas, dolores, soledad y nubes espectadoras.

Naufragio intensifica las emociones antes abordadas a través de palabras como roto, rota, machacándome, trepana sesos, trozos. Por otro lado, las ausencias, el frío tránsito del solitario ante el vacío se toman esta sección. El naufragio deviene del mareo que endosa la existencia. Inexorablemente, hay que tocar fondo y Mancilla entrega guiños autobiográficos en esta pasada.

Ante la tormenta y el aislamiento que implica el naufragio indisoluble de la vida y el mismo lenguaje, se debe recurrir a lo conocido, a lo familiar e inmediato. Bitácora reúne estrofas bajo los nombres de diferentes animales como Aracnoide, Cangrejo, Dragón, Taurino o Murciélago. Animales relacionados con el contexto marino, ya sea real o fantástico. El hecho es que el hablante lírico estruja a las bestias, utilizando trucos lingüísticos para obtener como resultado una resaca de su propio abismo (vampiro me clavas / al alba resbala la baba / chupando las venas / de mi calva morada). En este sentido, reconocer el abismo es un primer paso para retornar y aceptar lo venidero (Mapas), que culmina con el Regreso.

Mapas es precisamente aceptar o resignarse ante las reglas de la inventiva. Es paradójico que las llaves del camino duerman en lo informal, en lo difuso. La voz del poeta se aproxima a una Foto borrascosa, a los lejanísimos Dibujos animados o al Avistamiento para cuestionar todo lo que lo envuelve: nubes, ovejas, retratos, iniciales bajo la mesa, etc. Tras la niebla se hallan las claves.

Se cierra el penúltimo apartado con OVNI, poema que a pesar de las inconsistencias memoriales ejercidas reivindica el recuerdo más doliente y traumático: el daño inquebrantable de la Dictadura. Mapas pueden ser las mismas cicatrices mentales y porqué no las corporales. La resignación, entonces, también es a medias tintas, pues Mancilla no se deja sobornar por los contornos que venían difuminándose.

Con esa intención nos adentramos a Regreso. El prominente poema Visiones del infante toma la punta de lanza y nos lleva a un viaje muy explícito hacia tiempos pasados que nos marcaron como sociedad. A la usanza de las Cosas vistas de Jorge Teillier, el autor apela a una fórmula lírica que pareciera ser una letanía de objetos y/o situaciones vividas.

El verbo se vuelve exiguo, es más importante el idioma de los elementos mismos. Ellos son portadores de vivencias traumáticas y el poeta les confiere voz. Imágenes conmovedoras y desgarradoras se suceden unas tras otra en nueve estrofas que desembocan en Confín, tal vez, un botón de muestra inequívoca sobre la fragilidad de los dogmas o la necesidad de replantearse todo (Newton flota / Galileo Kepler y Brahe son gases / el ojo de Copérnico aún es mágico). Reaprender. “Regresar” con más experiencia es también asumir que la verdad debe ser interpelada, incluso la nuestra.

Mancilla plasma su evolución poética en Estrella náufraga, quizá y avalándome en lo expuesto anteriormente otra forma de ver la bandera chilena: una estrella perdida entre la confusión y la ceguera. Un astro que se sostiene en un firmamento casi por inercia, consciente de la pulverización de los cimientos y la obligación de repensarse.







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